martes, 29 de abril de 2014

Para quien comienza a leer a Octavio Paz

 
Fue Miguel N. Lira, poeta tlaxcalteca, quien publicó los primeros versos de Octavio Paz en 1933. Luna silvestre fue el título de esa plaquette que inauguraba el oficio del futuro (y único hasta la fecha) Premio Nobel de Literatura mexicano. Sin embargo, estos versos de juventud fueron suprimidos por el mismo autor cuando reunió su obra poética en el volumen Libertad bajo palabra (1935-1957). Respecto a lo anterior, Paz afirmó que: “Los poemas son objetos verbales inacabados e inacabables. No existe lo que se llama versión definitiva: cada poema es el borrador de otro, que nunca escribiremos… pero hay poetas precoces que pronto dicen lo que tienen que decir y hay poetas tardíos. Yo fui tardío y nada de lo que escribí en mi juventud me satisface; en 1933 publiqué una plaquette, y todo lo que hice durante los diez años siguientes fueron borradores de borradores. Mi primer libro, mi verdadero primer libro, apareció en 1949: Libertad bajo palabra.”

La obra de Octavio Paz es de una inmensidad apabullante. Cualquier lector tiene ante sí una vasta y variada obra que puede invitarlo a sumergirse en ella o bien, puede desconcertarlo, hacerlo naufragar o extraviarse en sus profundas aguas. Cioran decía: “Pobre de aquel escritor que no cultive su megalomanía, que la vea menguar sin reaccionar, pronto se dará cuenta que uno no se vuelve normal impunemente.” Esta idea ilustra las aspiraciones de Octavio Paz, un megalómano cuya obra cumple y rebasa las expectativas de la tradición literaria de nuestra lengua. A pesar de esta inmensidad, una gran cantidad de lectores acude a los mismos textos: “Piedra de sol”, en el caso de la poesía; o fragmentos de El laberinto de la soledad o La llama doble, cuando hablamos de ensayo. Por otra parte, muy pocos se aventuran a leer La hija de Rapaccini, la única obra de teatro que Octavio Paz escribió, o esa maravilla que cruza la frontera de los géneros titulada El mono gramático.

Lamentablemente, en estos festejos del centenario del natalicio de Octavio Paz, la mayor parte del público mexicano no lee al poeta, se limita a verlo y a escucharlo en los programas televisivos, una dinámica que fomenta ausencia de lectores y, por lo tanto, ausencia de crítica. A quienes estén interesados en abordar la poesía de Paz recomiendo que comiencen por el principio: Libertad bajo palabra, en donde el poeta afronta un amplio horizonte temático y explora las posibilidades formales que van del haikú al poema de largo aliento (al amparo del verso medido, el verso libre, la prosa poética y el cuento). Libertad bajo palabra es el libro capital de Octavio Paz, es la exposición de casi todas las preocupaciones que habrá de tratar en sus siguientes libros: la poesía como actitud crítica y manifestación lingüística del espíritu libertario, el amor y la memoria como elementos para develar la verdadera esencia de la realidad.
 
Tomado de BITÁCORA BIFRONTE, mi columna en La jornada semanal

miércoles, 23 de abril de 2014

LA SIESTA Y ALGUNOS VERSOS DE BUKOWSKY



 
                                                                                                                                   Para Bere
Pocos son los que no sienten el deseo de dormir o, por lo menos, de descansar después de la comida fuerte del día. El ritmo de la vida actual impide, casi siempre, que la siesta se lleve a cabo en medio del ajetreo común. Dormir cuando es de día está mal visto por las sociedades basadas en un ideal de “producción y progreso”. Sin embargo, hay unos versos de Charles Bukowsky que no sólo recuerdo sino que son una especie de mantra, una justificación poética de mi afición a la siesta: “Algún día escribiré un poema que encenderá volcanes/ en las colinas que están ahí afuera,/ pero ahora mismo tengo sueño por la tarde/ y alguien me pregunta: Bukowsky, ¿qué hora es? / Y yo contesto: 3 con 16 minutos y 30 segundos/ […] Tengo una tumba dentro de mí diciendo: bah, deja que lo hagan los demás, déjalos que ganen, déjame dormir. ”
Confieso que es difícil el arte de la siesta, la gente puede considerarte grosero al abandonar una “interesantísima” conversación en la sobremesa o al retirarte de manera discreta cuando invitas a personas a comer a tu casa, pues se preguntan: “¿Y el anfitrión? Pero si él nos invitó, ¿cómo es que puede dormirse?” Por eso, cuando es necesario compartir el pan con otros, prefiero las cenas, el cansancio acumulado durante el día es el pretexto idóneo para decir buenas noches y retirarse al mundo íntimo de la cama, sin que esto implique que uno no está cómodo con la compañía de los demás.
Tomar una siesta regula la presión arterial y da una profunda sensación de bienestar, aunque algunas personas me han confesado que, si duermen después de la comida, despiertan con una sensación de tristeza o nerviosismo que yo atribuyo a un sueño que debió ser mucho más extenso y reparador. Lo anterior nos lleva a preguntar: ¿cuánto debe durar una siesta? Algunos médicos dicen que con veinte minutos es suficiente, yo diría que una hora es la duración mínima (no me gusta sentirme presionado por despertar). Sin embargo, hay quien asegura que si duerme por la tarde sufrirá de insomnio, a lo que respondo que, después de unos días de práctica, el hábito cambiará esos sentimientos por tranquilidad.
A lo largo de mi vida he lamentado que los restaurantes no cuenten con hamacas o “zonas para siesta”  equipadas, claro, con pequeños estantes con puerta y cerradura para evitar el robo de las pertenencias personales mientras uno duerme. Es contranatural ver a la gente dormir en el transporte público, moviendo la cabeza de un lado a otro, personas entrecerrando los ojos en conferencias y clases, detrás de un mostrador, o cometiendo errores al operar maquinaria o conducir vehículos. No es una invención que cualquiera es más productivo si toma una siesta.
Cuando uno siente la necesidad de dormir y no lo hace es como no beber agua cuando se tiene sed. No me preocupa que la gente me llame perezoso, porque sé que después de una siesta experimento esa extraña sensación de resurrección, de poder despertar dos veces el mismo día.


Tomado de BITÁCORA BIFRONTE, mi columna en La jornada semanal.

martes, 22 de abril de 2014

LA LEY TELECOM: LA LEY DE LA DICTADURA

Los seis artículos que han causado polémica de la ley de Telecomunicaciones en México:

Artículo 145.- Los concesionarios y autorizados que presten el servicio de acceso a internet deberán sujetarse a los lineamientos de carácter general que al efecto expida el Instituto conforme a lo siguiente:
III. Privacidad. Deberán preservar la privacidad de los usuarios y la seguridad de la red. Podrán bloquear el acceso a determinados contenidos, aplicaciones o servicios a petición expresa del usuario, cuando medie orden de autoridad o sean contrarios a alguna normatividad;
Artículo 189.- Los concesionarios de telecomunicaciones y, en su caso, los autorizados están obligados a proporcionar la localización geográfica en tiempo real, de cualquier tipo de dispositivo de comunicación que se encuentre relacionado con investigaciones en materia de delincuencia organizada, delitos contra la salud, secuestro, extorsión o amenazas, a solicitud del procurador General de la República, de los Procuradores de las Entidades Federativas o de los Agentes de Ministerio Público en quienes se delegue esta facultad, de conformidad con las leyes correspondientes.
Asimismo, los concesionarios de telecomunicaciones y, en su caso, los autorizados, están obligados a proporcionar la localización geográfica en tiempo real, de cualquier tipo de dispositivo de comunicación a solicitud de los titulares de las instancias de seguridad o de los servidores públicos en quienes se delegue la facultad para el ejercicio de sus atribuciones propias de producción de inteligencia, de conformidad con las leyes correspondientes.
Artículo 190.- Los concesionarios de telecomunicaciones y, en su caso, los autorizados y proveedores de servicios de aplicaciones y contenidos están obligados a permitir, que las autoridades facultades por la ley, ejerzan el control y ejecución de la intervención de las comunidades privadas y a brindarles el apoyo que éstas les soliciten, de conformidad con las leyes correspondientes.
Artículo 192.- Los concesionarios de telecomunicaciones y, en su caso, los autorizados, están obligados a conservar un registro y control de comunicaciones que se realicen desde cualquier dispositivo, bajo cualquier modalidad, que permitan identificar con precisión nombre, razón social y domicilio del suscriptor; tipo de comunicación; origen y destino de las comunicaciones; fecha, hora y duración; ubicación geográfica, entre otra información.
Artículo 194.- Los concesionarios de telecomunicaciones deberán entregar los datos conservados a las instancias de procuración de justicia e instancias de seguridad que lo requieran, conforme a sus atribuciones, de conformidad con las leyes aplicables.
Artículo 197.- Además de las anteriores obligaciones, los concesionarios de telecomunicaciones y los autorizados deberán:
III. Realizar la suspensión inmediata de los servicios cuando así lo instruya la autoridad competente de conformidad con lo establecido en las disposiciones legales aplicables;
VII. Bloquear, inhibir o anular de manera temporal las señales de telecomunicaciones en eventos y lugares críticos para la seguridad pública y nacional a solicitud de las autoridades competentes.
El bloqueo de señales a que se refiere el presente artículo se hará de conformidad sobre todas las bandas de frecuencia que indique el Instituto de conformidad con las solicitudes de las autoridades competentes.

jueves, 17 de abril de 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: CONTRA LA ORTOGRAFÍA




Escribir en el presente



Para Amado Manuel Cortés


Hace más de una década Gabriel García Márquez se pronunciaba a favor de la abolición de la ortografía. Su propuesta, recibida por muchos como un embate de senilidad de un genio, ahora ha tomado una seriedad total ante los cambios radicales que la escritura experimenta en el contexto de internet. Es muy probable que dichos cambios no se hayan visto desde la aparición de la imprenta en la segunda mitad del siglo XV, cuando la invención de Gutenberg generaba nuevas formas de conservación del conocimiento, dándole a nuestra cultura su objeto más representativo: el libro. Actualmente, basta navegar por los blogs, las páginas web, los foros de discusión y las redes sociales para comprender que la brevedad es una característica indispensable de la escritura que busca, por sobre todas las cosas, cumplir su función primaria: comunicar. Esta brevedad implica, muchas veces, la supresión de toda regla ortográfica y sintáctica. Los correos electrónicos, los mensajes enviados por twitter o desde un teléfono celular, contrastan abiertamente con las extensas cartas que todavía hacia finales del siglo pasado circulaban de manera cotidiana. Ahora la escritura puede ser emitida desde cualquier computadora y el número de lectores se multiplica exponencialmente según la repercusión del texto; el canon literario se estremece frente a semejante circunstancia: todos los que tengan acceso a internet tienen la posibilidad no sólo de escribir sino también de publicar.
Pero más allá del asombro que generan las nuevas tecnologías, de las posturas fatalistas que vaticinan la desaparición del libro, y de un puritanismo estéril que se niega a aceptar los procesos evolutivos de la lengua, no debemos olvidar que internet no es democrático, y no lo será mientras las condiciones sociales sigan la misma tendencia de desigualdad y rezago. Un cambio de era no es tajante para todos los grupos que conforman una sociedad; en México, por ejemplo, conviven diferentes tiempos y geografías: exclusivos complejos residenciales en oposición a comunidades marginadas o pueblos olvidados a su suerte. Ser testigos del surgimiento de internet supone mirar la punta del iceberg del “progreso”, pero al mismo tiempo exige ser conscientes del basamento que sostiene al poder desde la manipulación que conllevan los medios electrónicos y de comunicación. Alessandro Baricco en su libro Los bárbaros, cuestionaba lo sucedido con “las toneladas de cultura oral, irracional, esotérica” que habían quedado fuera del concepto supremo llamado “libro”, y sentenciaba de manera brutal: “Lo que está en la red, por muy grande que sea la red, no es el saber. O, por lo menos, no es todo el saber. […] Pese a todo, no hemos llorado mucho por ello, y nos hemos acostumbrado a este principio: la imprenta, como la red, no es un inocente receptáculo que cobija el saber, sino una fórmula que modifica el saber a su propia imagen.”


Tomado de BITÁCORA BIFRONTE (17 de abril de 2011), mi columna en La jornada semanal.

viernes, 11 de abril de 2014

PRESENTACIÓN DE LIBRO Y CONFERENCIA SOBRE PAZ EN ZACATECAS

Este 14 y 15 de abril presentaré mi libro Ahora que vuelvo a decir ahora e impartiré una conferencia sobre Octavio Paz en la hermosa ciudad de Zacatecas.

Aquí los detalles:

PRESENTACIÓN DE LIBRO

CONFERENCIA: UN SIGLO PARA OCTAVIO PAZ