En el video musical de la canción
“Lonely day”, del grupo System of a Down, dirigido por Josh Melnick y Xander
Charity, somos testigos de una soledad compartida por individuos que
protagonizan, en cámara lenta, diversas escenas urbanas: mientras alguien espera
el autobús, carga gasolina en su auto, o simplemente transita por la calle,
algo, silenciosamente, se quema, ya sea el semáforo, el techo de la gasolinera,
una reja de metal, un carrito del supermercado, o la copa de un árbol. Aunque es
evidente que comienza un incendio, nadie se percata de ello, hombres y mujeres
parecen tan ensimismados, tan hundidos en su propia soledad, que ni las llamas
ni el humo logran robar su atención. Hay, incluso, un velado homenaje a la
portada del disco de Pink Floyd, Wish You Were Here (Ojalá
estuvieras aquí) lanzado al mercado en 1975, en donde un hombre en llamas
saluda a otro sin el menor gesto de asombro, teniendo como fondo una desolada
calle custodiada por lo que parecen ser grandes bodegas o estudios
cinematográficos. La letra de la canción “Lonely day” (“Día solitario”), nos
comparte la confesión, en una hermosa y melancólica balada, de quien es
consciente de su soledad: “Es un día solitario/ y es mío/ el día más solitario
de mi vida/ […] Es un día en el que no puedo estar”, pero que busca,
desesperadamente, la compañía del otro, aun en la muerte: “Y si te vas, quiero
irme contigo/ Y si te mueres, quiero morir contigo.”
Palabras, imágenes y música se conjugan en un mismo acto, a
semejanza de la escritura poética en donde la palabra es música e imagen: color
y canto que me hacen recordar aquel verso del primer fragmento del poema
“Conscriptos U.S.A.”, de Octavio Paz: “Sábado por la
tarde, sin permiso./ La soledad se puebla y todo quema.” Una soledad que nos
aísla y consume, en silencio o escandalosamente, sufriendo la hoguera de la
existencia: la soledad vista como el infierno, quizás el mismo al que se refería
Charles Baudelaire en su poema “Canto de otoño”: “En mi ser entrará por entero
el invierno: cólera/ odio, escalofrío, horror, trabajo duro y forzado,/ y lo
mismo que el sol en su infierno polar/ será mi corazón un bloque helado y
rojo.”
No es una coincidencia que la soledad se asocie al fuego, ya
que éste es el símbolo de la transmutación y la regeneración. Quien experimenta
la soledad se incendia en sí mismo para conocer la materia de la que está hecho
su ser que, una vez convertido en cenizas, resurge transfigurado y listo para
entrar en comunión con el mundo, tal y como concluye “Lonely day”: “El día más
solitario de mi vida/ […] Este es el día en que estoy contento por haber
sobrevivido”, por transitar el inestable camino de la soledad, por pasar la
“prueba de fuego”.
Publicado en La jornada semanal, suplemento cultural del diario mexicano La jornada. 26 de mayo de 2013.
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